martes, 16 de octubre de 2007

LO HECHO EN MÉXICO ESTÁ BIEN HECHO


Es imposible separar la historia del primer festival de literatura mexicana en Barcelona, “Hecho en México”, de la de su organizadora, la joven escritora Lolita Bosch, una catalana muy especial. Le tocó pasar su adolescencia en varios países, entre ellos India y Estados Unidos, pero fue en Ciudad de México que echó raíces, y fue precisamente en la UNAM donde obtuvo su maestría en literatura. Ella se considera una escritora híbrida, pluma en mano es una mexicana atrapada en un cuerpo de catalana, y esto se refleja en buena parte de su obra en castellano. Su último libro resulta ser un homenaje a los autores que la han influenciado, es una antología sobre literatura mexicana muy personal y atípica titulada “Hecho en México”. Se permite, por ejemplo, ¡no incluir en ella la obra de Juan Rulfo u Octavio Paz!, siguiendo un razonamiento muy lógico: ambos autores son escritores universalmente conocidos y reconocidos y no requieren, por tanto, la presentación de su obra.
A Lolita, treintaañera hiperactiva, cuyo concepto de la literatura es el de un arte abierto a todo el mundo y no un club exclusivo para un puñado de eruditos, se le ocurrió que aprovechando el lanzamiento que su editorial, Alfaguara, iba a hacer de su antología, se podía aprovechar para organizar un festival para promocionar la literatura mexicana en Barcelona. Así nació el festival homónimo a su libro, “Hecho en México”, el único festival literario en el mundo con un presupuesto de cero euros, en el que ninguno de los ponentes cobró por participar, y que resultó ser un rotundo éxito tanto en asistencia de público como en repercusión en los medios de comunicación españoles: prensa, radio y televisión le dieron cobertura.
Durante la semana del 29 de septiembre al 6 de octubre, Barcelona se convirtió en un pedacito de México. Las cuatro universidades de Barcelona cooperaron organizando actividades. Las principales editoriales de la ciudad, como Mondadori, Alfaguara, Tusquets y Seix Barral, gustosamente pagaron el boleto a sus autores mexicanos para que pudieran acudir y participar en los diálogos literarios – otros lo hicieron por el moderno formato de la videoconferencia. Las librerías de referencia, como la multinacional francesa FNAC cuyo propietario es el flamante marido de Salma Hayek, prestaron sus espacios, y en la vanguardista librería “La Central” se pusieron a la venta novelas, revistas y publicaciones que habitualmente no cruzan el charco hacia la orilla europea. Hasta el Consulado de México y el Instituto de las Letras Catalanas apoyaron el evento.
El corazón del festival fueron los diálogos entre escritores. Las reglas fijadas por Lolita resultaban sorprendentes tratándose de un evento literario: “está prohibido leer”, para evitar que las intervenciones se convirtieran en aburridos monólogos para que el escritor de turno demostrase cuán erudito es (ella mismo siendo una, conoce bien Lolita a qué tienden los escritores cuando se les da un micrófono y un público). El objetivo, pues, era “hacer que los autores hablasen de literatura como todos hablamos de futbol en el bar”, es decir, mostrar que la literatura es un arte vivo, emotivo y abierto, capaz de despertar pasiones. Y así fue. Por dar un ejemplo, en el auditorio “Caixa Fórum”, el catalán Enrique Vila-Matas y el mexicano Mario Bellatin lograron que los presentes rieran, reflexionaran y se emocionaran en un diálogo que trató sobre la ficción en la literatura. A corazón abierto, se trató sobre cómo la idiosincrasia nacional determina en gran manera la forma y fondo de la literatura, y cómo un autor puede sentirse más identificado con el modo de ser “del otro lado” y por lo tanto resultar totalmente incomprendido por sus paisanos y totalmente aceptado por su país de adopción literaria.
Otras actividades del festival fueron un curso de narrativa abierto a todos, un ciclo de documentales sobre escritores mexicanos como Salvador Elizondo o Alejandro Rossi, un karaoke literario con autores de la talla de Jorge Volpi, la actuación de mariachis, y cómo no, un convivio de bienvenida como si, aprovechando el nombre del festival, hubiese sido “Hecho en México”।


Eva Sánchez Guerrero

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