jueves, 1 de mayo de 2008

SUIZA, LOS AGUJEROS NEGROS Y EL PREMIO NOBEL

Tras la segunda guerra mundial, Europa estaba sumida en una profunda depresión, tanto económica como moral. No en vano en este continente más de 35 millones de personas, entre soldados y civiles, incluyendo a las víctimas del holocausto nazi, perdieron la vida en la contienda. Dado que el origen del conflicto no fue otro que la rivalidad entre naciones vecinas, en la postguerra se popularizó la organización de eventos de reconciliación, especialmente entre franceses y alemanes, que solían ser ceremonias tristes y aburridas sin más contenido que recordar que la calamitosa guerra se podía haber evitado. Fue en ese contexto que el físico teórico Louis de Broglie, ganador del premio Nobel por sus estudios sobre mecánica cuántica, insistió en que este tipo de homenajes formales se sustituyeran por acciones productivas de cooperación entre los países europeos. Ustedes recordarán que la segunda guerra mundial llegó a su fin debido a sendas bombas nucleares arrojadas por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945: la física nuclear había probado de la manera más brutal sus fundamentos. Pues el equipo de físicos nucleares en base a cuyos descubrimientos se construyó la bomba atómica estuvo formado de manera notable por europeos de origen judío como Albert Einstein o huidos del régimen dictatorial de su país como el italiano Enrico Fermi. Es por esto que Louis de Broglie sostenía que un proyecto que uniría a Europa sería lograr hacer regresar a los científicos exiliados en Estados Unidos y avanzar en el estudio de la física nuclear, que era la actividad científica puntera del momento.
En 1951 consiguió que la UNESCO se plantease la creación de un laboratorio europeo de estudios en física nuclear. El avance fue rápido: en 1954 se inauguraba en Suiza el CERN: el laboratorio europeo de física de partículas. El CERN ha sido una institución que, curiosamente, ha precedido en el tiempo a todos los intentos europeos de unificación: fue anterior a la creación de la Comunidad Económica Europea y siempre ha aceptado a nuevos países en su seno al menos un lustro antes de que éstos entraran en la Unión Europea. Se puede decir que Louis de Broglie consiguió su objetivo de armonización del continente. El CERN es uno de los pocos lugares que son verdaderamente europeos y nada más. Hasta su ubicación enfatiza esa vocación: sus instalaciones están a caballo entre la frontera francesa y suiza, el paso entre ambos países por dentro del CERN no está siquiera indicado, uno no sabe ni en qué país está cuando está en el CERN.
Pero el haber resultado ser el embrión de la unión política de los pueblos de Europa no es, ni de lejos, el mayor logro de dicho laboratorio. En conjunción con otros laboratorios de física de partículas, los científicos que trabajan en el CERN han logrado descubrir de qué está hecha la materia y cuáles son las fuerzas mediante las cuales interaccionan. La aplicación de estos descubrimientos ha tenido algunas aplicaciones prácticas, pero sobre todo han ayudado a solucionar misterios en muchas áreas del conocimiento, como por ejemplo en astrofísica. Conocer de qué está hecho el universo nos ayuda a comprender cómo se formó, y cómo podría llegar a ser su final. Otros avances teóricos podrían hacer realidad en el futuro algunas cosas que son de ciencia ficción, como los viajes en el tiempo o la teletransportación. Y esto es solamente el resultado de la investigación formal. La otra rama de la investigación en dicho laboratorio son todos los avances técnicos que se han tenido que alcanzar para poder convertir los experimentos teóricos, que son los que diseñan los físicos, en experimentos reales que se pueden llevar a cabo, que son realizados por ingenieros. Estos avances son principalmente en ingeniería (para construir los experimentos) y en informática (para tratar los grandísimos volúmenes de información que se generan, y para facilitar el acceso de dicha información a los científicos). Un ejemplo de esto último es la Web, la herramienta que todos utilizamos para consultar información en Internet, que se inventó en el CERN en 1993 como una herramienta para que los científicos pertenecientes a distintos equipos de trabajo pudieran compartir sus resultados entre ellos.
Ha de saber el lector que la manera de descubrir las partículas subatómicas es la misma que seguiría un niño que quiere ver el funcionamiento de un juguete: romperlo contra el suelo para ver de qué está hecho. Para romper protones, neutrones y electrones, lo que hacen en el CERN es construir unos túneles circulares de varios kilómetros de diámetro, colocar dos “pistolas de haces de partículas” que apunten en sentido opuesto la una a la otra, hacer que dichos haces de partículas giren varias veces por el túnel hasta que alcancen suficiente velocidad, y luego modificar la trayectoria de los dos haces de tal manera que las partículas colisionen. Gracias a la colisión se “rompen” los protones, neutrones y electrones en partículas más pequeñas, y también desprenden energía. Un experimento en el CERN no es más que un disparo de este estilo con una velocidad determinada, y en el lugar exacto de la colisión se colocan unos sensores que realizan miles de mediciones por décima de segundo en el momento de la colisión. Esta información recogida por los sensores es después enviada a los científicos, que la utilizan para comprobar si sus teorías son ciertas o no. A estos túneles se les llama “aceleradores de partículas”.
Pues bien, en el año 1995 se aprobó la construcción de un nuevo acelerador de partículas, conocido como LHC (Gran Colisionador de Hadrones) que sería mucho más largo, con un generador de haz de partículas 10 veces más potente, que emitiría únicamente protones, y que podría llevar a los científicos a la solución del último gran misterio de la física de partículas: demostrar la existencia de una partícula subatómica llamada “bosón de Higgs”. Para comprender su importancia, tengamos en cuenta que los científicos han calculado la masa (peso) total del universo, pero que las observaciones realizadas hasta ahora solamente sirven para comprobar la existencia de apenas el 20% de dicha masa. Los científicos creen que el resto de masa la carga una partícula subatómica todavía desconocida pero predicha por el científico inglés Peter Higgs. Entre otras cosas, su observación validaría automáticamente las teorías sobre agujeros negros realizadas por el científico Stephen Hawkings, y en los círculos científicos se afirma que tal demostración le valdría automáticamente el Premio Nobel de Física.
Pues bien, el LHC ya está construido, y listo para empezarse a utilizar a finales de este año. En unos dos años podremos empezar a ver los resultados de los experimentos plasmados en revistas científicas… y probablemente veremos al científico más mediático de la actualidad, Stephen Hawkins, recoger su bien merecido premio Nobel.
Eva Sánchez Guerrero

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