jueves, 1 de mayo de 2008

Las ciudades no “nacen”, se hacen. Barcelona, ejemplo de ciudad bien gestionada.

Durante estos últimos días hemos tenido de visita en Barcelona a dos amigos mexicanos que, debido a la invitación a uno de ellos para participar en un Congreso en Italia, aprovecharon la oportunidad para continuar explorando algunas ciudades en este continente. Para ninguno de ellos dos era ésta su primera vez en Europa (y seguramente tampoco será la última). Ambos conocen más de 5 capitales europeas además de otras ciudades importantes de varios países de éste y otros continentes, y sólo para uno de ellos era ésta su primera visita a Barcelona.
Sin embargo, la sensación que causa la llegada a esta ciudad, con su trazado urbanístico perfectamente delineado, sus limpísimas y ordenadas calles, con mobiliario urbano suficiente y práctico y con una clara definición y mantenimiento de los espacios comunes, es algo que impacta a cualquiera, independientemente de si se ha estado en ella una, tres o diez veces antes.
Porque además de todo lo mencionado, Barcelona es una ciudad que se reinventa año con año. Si usted ha tenido la oportunidad de estar en ella alguna vez, tenga por seguro que para su próxima visita se habrá erigido un nuevo edificio emblemático, se ha diseñado un precioso jardín, se ha construido una nueva plaza, se ha mejorado notablemente algún barrio o se ha implementado un nuevo sistema de transporte público: alternativo, eficiente y ecológico.
Esa percepción de cambio, de evolución, de trabajo y de mejora continua es algo que, a pesar del tiempo que llevo experimentándolo, me sigue sorprendiendo mucho. Me refiero a la capacidad de los responsables de las diferentes áreas del ayuntamiento para anticiparse y proponer soluciones a los problemas de la ciudad, la gran mayoría de las veces, antes de que el problema esté fuera de control.
Para citar ahora tan sólo un ejemplo: desde hace poco más de dos años, se mencionaba frecuentemente en los noticieros de radio y televisión, así como en los periódicos, que la calidad del aire de Barcelona estaba superando bastantes días al año los niveles máximos de contaminantes recomendados por la OMS. Respuesta casi inmediata, la implementación de acciones para atacar a la principal fuente de polución en la ciudad: la circulación de vehículos particulares.
Como acciones se implementaron, entre otras: la creación de las llamadas “áreas verdes”, que son lugares de estacionamiento en la vía pública a donde tienen prioridad los vecinos de esa calle, que pagan semanalmente una cuota simbólica, identificando su vehículo con cartulinas especiales otorgadas por el Ayuntamiento; el resto de ciudadanos, que solían venir en coche al centro de Barcelona, tendrían que pagar tarifas tan altas que les convendría mucho más llegar en tren, metro o cualquier otro medio de transporte, que pagar el precio del estacionamiento. Con ello a) se estimuló el uso del transporte público y b) se financió el sistema de transporte alternativo “Bicing” descrito en un número anterior del Azotador. Básicamente, consiste en una serie de “paradas” de bicicletas distribuidas por toda la ciudad, que pueden utilizarse para recorridos de no más de media hora sin cargo alguno, o de una cuota de 30 céntimos de euro (el viaje más barato en autobús cuesta el doble) por cada media hora adicional hasta un máximo de dos horas continuas. Las bicicletas se recogen y se depositan en las “paradas” mas cercanas a los puntos de desplazamiento del usuario, no existe límite para su utilización excepto la descrita anteriormente, y la suscripción anual al programa tiene un costo de 25€ anuales. En realidad resulta barato, si se considera que por ese importe usted tiene acceso a las más de 3.500 bicicletas distribuidas en las 164 estaciones que conforman la red, y sobretodo, que no tiene que preocuparse ni del mantenimiento, ni de que le roben el vehículo.
Sumado a lo anterior, desde el mes de enero se implementó una nueva norma de tráfico, que limita la velocidad de circulación a un máximo de 80 km/hora por las principales vías de los alrededores de Barcelona. El argumento es que a mayor velocidad, mayor expulsión de dióxido de carbono a la atmósfera. Por otro lado, también mayor riesgo de sufrir accidentes. Así que con esta iniciativa, se atienden dos problemas a la vez.
Acciones como ésta, son comunes y frecuentes para todos los temas que conforman el día a día para los habitantes de esta ciudad: en los temas del ruido (prohibido hacer ruido después de las 10 de la noche), la basura (obligación de separar residuos sólidos, horarios de depósito en contenedores y recogida de los camiones), cuidado y paseo de las mascotas en la vía pública, y así en un sinfín actividades cotidianas propias de una comunidad.
En pocas palabras, se nota la presencia de autoridades competentes, comprometidas e interesadas en vigilar la buena marcha de las áreas bajo su responsabilidad. Se ve y se siente el trabajo de sus legisladores, de los equipos de asesores, de técnicos e investigadores que se supone están muy atentos a las circunstancias particulares que se van presentando en esta ciudad, a detectar sus problemas y están siempre dispuestos a actuar en consecuencia.
Otro ejemplo muy sencillo: si hasta hace dos o tres años se veían muchos papelitos pegados en las farolas anunciando la venta de departamentos, pues inmediatamente se manda a pintar dichas farolas con pintura antiadherente, y se da a conocer la multa para quienes cometan esta falta a la ordenanza cívica. ¡Ah! Y las multas no son papelitos que se arrumban en cualquier cajón, no. Las multas o se pagan, o pueden dar lugar incluso al congelamiento de las cuentas bancarias del infractor.
Si usted es de los que piensan que quizá este es un sistema demasiado rígido, intolerante e inflexible, déjeme asegurarle que en lo absoluto. Todo lo contrario, la limpieza, el orden, la tranquilidad, el civismo que se respira, que se vive en una ciudad como ésta, hace una delicia para propios y visitantes una estancia en esta ciudad, donde después de tan sólo unos días, muchísima gente desearía quedarse para siempre.
Quizá todo lo contrario de lo que ahora mismo está pasando en la capital de nuestro país, una de las urbes más grandes de nuestro planeta, una de las más bellas y, lamentablemente, una de las peor gobernadas. Ciudad de la que miles, quizá millones de personas tendrían ganas de “escapar” inmediatamente: por su inseguridad, por los elevadísimos y peligrosos niveles de contaminación, por su pésimo sistema de transporte, por su insuficiente equipamiento urbano. Pero sobre todo, por desilusión. Por la falta de confianza en unas autoridades que no están a la altura de la ciudad que han tenido en suerte administrar. Por la apatía e ineptitud que demuestran. Porque la ciudadanía está harta de tanta disputa infructuosa por un poder al cual sólo se quiere acceder para obtener beneficio personal, y por el que omitirán trabajar por el bienestar colectivo.
Porque los habitantes del Distrito Federal merecen mucho más que disputas entre “tribus” en posiciones irreconciliables. Porque quienes han tenido la oportunidad de gobernar y no han mostrado más que ineptitud, corrupción y ambición personal, no deberían contar con más oportunidades de comprometer el futuro de nuestra ciudad y de nuestros hijos.

Daniela Torres.

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