domingo, 2 de diciembre de 2007

INDIA, 4ª PARTE: EL TAJ MAHAL, MARAVILLA DE LA HUMANIDAD A SU ALCANCE


Como ya les habíamos comentado en los números anteriores, el motivo por el cual decidimos visitar la India en nuestras tradicionales vacaciones de verano era, en primer lugar, conocer el Taj Mahal, recientemente nombrado nueva maravilla del mundo, y casi con igual importancia, para profundizar en el conocimiento que teníamos de esta potencia emergente que actualmente es objeto de amplios estudios e investigaciones por el gran crecimiento económico que está experimentando en los últimos años. Somos de la opinión que por mucho que se hayan leído libros, revistas o artículos en Internet sobre un país o una cultura, no se puede decir que éstos se conocen hasta que se han vivido en primera persona.
Hasta ahora habíamos intentado hacer sentir al lector cómo es la primera impresión de India, para después describir su capital, Nueva Delhi, con toda la problemática y al mismo tiempo el encanto de una megalópolis, y enseguida continuar con nuestras vivencias en los caminos y carreteras de India. Fue una gran experiencia constatar, tal y como decía Rudyard Kipling, que “la mejor manera de conocer la India es conocer sus caminos”, pues su población se encuentra perpetuamente en movimiento.
En este número vamos a hablar del principal conjunto monumental del norte de la India: el Taj Mahal. Como sabemos que existe una amplísima bibliografía donde se puede obtener información sobre esta maravillosa construcción, alguna de la cual apuntaremos al final de este artículo, nuevamente, como en los tres números anteriores, intentaremos compartir con ustedes nuestras impresiones personales y la sensación tan única que se experimenta al visitarla.
El Taj Mahal se encuentra en Agra, que con Delhi y Jaipur forman el llamado Triángulo de Oro, que es una de las rutas turísticas más importantes y promocionadas del país. Es una ciudad anodina y gris que no tendría mayor interés turístico de no ser porque en el siglo XVII el emperador musulmán de la dinastía mogol, Sha Jahan, decidió construir en la ribera del río Yamuna, que riega la ciudad, lo que sería el homenaje póstumo a su esposa favorita, Mumtaz Mahal, que murió al dar a luz a su 14º hijo. Mucho se dice que este es el monumento al amor más impresionante del mundo, pero también es cierto que representa la crueldad propia de la época. En su construcción, que comenzó hacia 1632, se emplearon 20.000 obreros y se dedicaron 22 años. Algunas leyendas cuentan que tras concluir la obra, el emperador mandó cortar las manos de los maestros artesanos que habían creado la decoración del edificio, para que nunca jamás se repitiera el diseño.
Lo que usualmente se conoce como Taj Mahal es en realidad parte de un conjunto arquitectónico formado por varios edificios y jardines, dentro de los cuales destaca el famoso mausoleo de mármol blanco. Este edificio perfectamente simétrico y de planta cuadrada, tiene cuatro fachadas idénticas en las cuales destaca un impresionante arco de 33 metros de altura enmarcado por bellísimas inscripciones coránicas hechas con incrustaciones de cuarzo negro. La pericia de los artesanos se demuestra en la recurrente utilización de efectos ópticos, como la variación del tamaño de la caligrafía según la altura para que dé la impresión de uniformidad leyéndose desde el suelo, es decir, a mayor altura, las letras son más grandes para compensar el efecto de la perspectiva. Otro ejemplo interesante es la utilización de un tipo de decoración llamado “espina de pescado” que da la sensación de más caras en una superficie plana a base de aplicar pintura al fresco en zig zag. Aunque más impresionantes son las incrustaciones de mármoles y piedras semipreciosas traídas desde diferentes rincones del mundo (el mármol blanco de Rajastán, el rojo de Irán, el verde de Sudáfrica, el negro de Bélgica) para decorar las paredes exteriores del mausoleo, con diseños que se repetirían en el interior, pero esta vez con piedras preciosas. Es impresionante la calidad de los acabados de estas tallas donde en apenas siete centímetros cuadrados podemos encontrar 300 piezas y donde es necesaria una lupa de aumento para poder ver las juntas entre las piedras y el mármol blanco.
La maestría de los artesanos que probablemente dejaron su vida en la construcción de este monumento aún es palpable en los pequeños talleres que, cercanos al conjunto monumental, dan una muestra de su trabajo a los visitantes que, embelesados, observan la perfecta colocación de diminutas piezas en huecos esculpidos a su exacto tamaño y forma integrándose en decoraciones florales y geométricas a semejanza de las del Taj Mahal, pues recordemos que en la religión musulmana está prohibida la representación de figuras humanas y animales. Es impactante la manera en que el guía turístico te dice, con mucho orgullo, que en la manufactura de esas piezas es muy normal que algún artesano pierda un dedo o parte de él.
En las cuatro esquinas de la base del mausoleo se alzan cuatro imponentes minaretes de mármol blanco de más de 40 metros de altura y que tienen una ligera inclinación en sentido opuesto a la plataforma que es apenas apreciable a simple vista y cuya función es que, en caso de derrumbe, las columnas no cayesen sobre el mausoleo.
El visitante entra en el recinto del Taj Mahal con una mezcla de agobio por la presión de los supuestos guías turísticos y emoción por vivir quizá el momento culminante de su viaje a India. Lo mejor es acordar el precio de la visita guiada cuanto antes para dejar de sentir esta presión y disponerse a recorrer los edificios del complejo con tranquilidad. Pero nada prepara para el momento en que tras pasar por el arco que preside el jardín principal, se ve el Taj Mahal por primera vez. De repente el bullicio desaparece mientras que el alma se agita. Es como un shock para los sentidos, porque lo que se tiene delante es simplemente perfecto. Se sabe que es una masa ingente de pesado mármol pero por su estilizadas líneas y perfecta simetría parece suspendido del cielo. Los jardines y canales de agua que nos separan del mausoleo reflejan su imagen con inusual belleza, logrando una composición que parece celestial. Las paredes y la cúpula reflejan tenuemente los rayos de sol y dependiendo de la hora del día en que se realice la visita, parecerá que el impoluto mármol blanco es de color amarillo, o rosado, o violáceo. Tras cruzar los jardines, hacerse la foto de rigor y subir una amplia escalinata con los zapatos cubiertos por unas bolsas para proteger el suelo, nos cubrimos la cabeza (el mausoleo se considera un sitio sagrado del Islam y por lo tanto hombres y mujeres tienen que cumplir este ritual) y accedemos a la sala principal donde se encuentran los cenotafios (tumbas ceremoniales vacías) de los dos enamorados. Sus tumbas verdaderas se encuentran a varios metros de profundidad bajo la base. En el interior se encuentran las decoraciones más ricas y detalladas de todo el conjunto y enamorados de todo el mundo hallan allá la inspiración para hacer de la suya una relación tan especial como la que unió a Sha Jahan y Mumtaz Mahal. Pero nada es comparable a presenciar la puesta de sol en el exterior del edificio, viendo los matices de la luz del atardecer reflejados en este monumento maravilla de la humanidad.
Para saber más:
Taj Mahal en la Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Taj_Mahal
El Taj Mahal, obra cumbre de la arquitectura mogol: http://www.portalplanetasedna.com.ar/tajmahal.htm

Daniela Torres

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