domingo, 2 de diciembre de 2007

LA PROFESIÓN INFORMÁTICA Y MICROSOFT


Hace muchos años la profesión informática era muy diferente. Había ordenadores muy grandes y potentes conocidos como “servidores” que funcionaban como un reloj. Y cuando no lo hacían, los profesionales se ponían a trabajar. Recopilaban los síntomas. Analizaban el problema. Evaluaban cuál podía ser la solución. A veces tenían que recurrir a los consultores de la empresa que les había vendido el servidor para averiguar qué había que hacer. Y como resultado de esas horas intensas, estresantes si se convertían en días, salían dos cosas: un sistema que funcionaba mejor, y unos profesionales más competentes porque habían aprendido de la experiencia. Por aquellos tiempos la gente no tenía ordenadores en casa, y los que los usaban en el trabajo, lo hacían sin ratón, con una pantalla en blanco en negro en la que no se podían ver ni fotos ni vídeos. En las facultades de informática se enseñaba la teoría necesaria para que el estudiante se convirtiera en un científico (matemáticas, física, lógica) y los conceptos y técnicas necesarias para poder comprender los sistemas de información y ser capaz por un lado de asegurar su correcto funcionamiento y por el otro, crear nuevos sistemas.
A mediados de los años 80, a IBM pensó que sería un buen negocio llevar la informática a los hogares, ya que los costes de fabricación de las computadoras se estaba abaratando y el mercado doméstico es algo enorme que prometía unos beneficios inimaginables hasta entonces para la industria de la computación – y de hecho esa promesa se hizo realidad.
Para utilizar una computadora se requiere un programa especial llamado “sistema operativo” que sirve de puente entre un amasijo de cables y circuitos electrónicos (la computadora en sí) y la persona que la está usando (usted). El sistema operativo se encarga por un lado de gestionar el procesador, la memoria, el teclado, la pantalla... y por el otro, de recoger las instrucciones del usuario (ábreme tal documento, sube el brillo de la pantalla, reproduce esta canción...). IBM contrató a una pequeña empresa llamada Microsoft para que le proporcionara dicho sistema operativo, que se llamó “MS-DOS” (las siglas en inglés para “sistema operativo de Microsoft). La interfaz de usuario era lo que se conoce como línea de comandos o instrucciones, es decir, que el usuario tenía que escribir las instrucciones para la computadora con el teclado y pulsar la tecla “enter” para que esa instrucción fuese reconocida. No se podía hacer click en la pantalla porque no había iconos, es que ni siquiera había ratón.
Más o menos a la vez, dos jóvenes californianos, Steve Jobs y Steve Wozniak, construían en el garaje de su casa un ordenador personal de capacidad similar a los de IBM pero dotado de un novedoso sistema operativo que utilizaba un dispositivo inventado diez años antes en la empresa Xerox y que se llamaba “ratón”, que utilizaba iconos y que se manejaba a base de hacer click sobre iconos o sobre unas cajitas llamadas “menús” donde se podía leer el nombre de la instrucción a realizar. A ese ordenador le llamaron MacIntosh, a su empresa le llamaron Apple (seguro que esta también les suena, es la que ha popularizado los reproductores de música llamados “MP3” que todo joven o adolescente posee o desea poseer).
Bien, pues Microsoft vio que este sistema era tan novedoso y fácil de utilizar que hacía palidecer en comparación a su sistema, y se dedicó a copiarlo parte por parte. Esto dio lugar al sistema “Windows” que hoy en día usan la gran mayoría de las computadoras personales y que en origen no fue más que una burda falsificación. Una vez ambos sistemas, el de Microsoft y el de Apple, tenían un similar aspecto atractivo para los compradores, la empresa de Bill Gates hizo lo que ha convertido a esa empresa como una de las más influyentes del mundo: utilizar su inmenso conocimiento e instinto mercadólogico y esperar a un traspiés de su rival para colocarse en una posición de supremacía. A principios de los años 90 el traspiés de Apple fue insistir en hacerlo todo: construir ordenadores y dotarlos de software. Microsoft, por el contrario, le dio una “puñalada en la espalda” a IBM y comenzó a vender su sistema operativo a los fabricantes asiáticos de computadoras que comenzaban a copiar despiadadamente las máquinas de IBM y a venderlas a un precio muy inferior tanto a éstas como a las de Apple. Surgieron varias versiones del famoso Windows: la primera fue Windows 1.0, después vinieron las más completas Windows 3.11 (que permitía el trabajo en red) y luego Windows 95, Windows 98, Windows Millenium Edition, Windows 2000, Windows XP, y el recién estrenado Windows Vista. Es curioso que Microsoft insistiera en añadir el año de lanzamiento de sus productos en su nombre, puesto que hacía evidente que sin excepción dicho lanzamiento se retrasaba uno o dos años según lo previsto.
En el entorno de redes y de servidores (los grandes ordenadores profesionales de los que les hablábamos al principio de este artículo), Microsoft también lanzó su sistema operativo para ellos a mediados de los 90. Se llamaba Windows NT y era famosa su poca estabilidad cuando se comparaba con los venerables servidores de IBM, de Digital, o los más modernos HP o Sun con sistema operativo UNIX, o con los sistemas NetWare de Novell. En aquellos tiempos, cualquier profesional de la informática recomendaba encarecidamente evitar los productos Microsoft en el ámbito profesional. Y sé exactamente el porqué.
Lo sé de primera mano porque el primer trabajo que tuve tras acabar la Universidad fue precisamente de administradora de sistemas Windows NT. Tras unas sesiones de formación en las cuales aprendí lo rudimentario que había sido la implementación en dicho sistema de los conceptos básicos de la computación en red, me quedé al frente de cientos de servidores. Que fallaban constantemente. Cualquier intento de aplicar la lógica, de analizar el problema, de utilizar los conocimientos aprendidos en la Universidad y en la formación específica, chocaban de frente con la pregunta que me hacía una y otra vez el equipo de soporte de Microsoft al que contactábamos en caso de problemas. ¿Has reiniciado el servidor? O si no, ¿has reiniciado el programa? ¿has reiniciado el servicio? ¿has reiniciado el router? ¿has desinstalado la aplicación y la has vuelto a instalar? Verdaderamente no podía creer las soluciones que se habían convertido en la norma. Ante un problema, antes de buscar más a fondo, se nos instaba a probar versiones sofisticadas del conocido “apaga y enciende la compu, a ver si se arregla”. Y ante problemas recurrentes, la solución dada por el proveedor Microsoft era “realiza paradas preventivas de todas las máquinas, reinicia tus servidores al menos una vez al mes” en espera de que Microsoft publicara un “parche” o actualización de su sistema que en teoría corregía todos los errores reportados por los clientes en el último cuatrimestre. El profesional estaba indefenso ante estas respuestas, porque siendo el sistema Windows un sistema cerrado, estando la corrección del problema 100% en las manos de Microsoft, lo único que podía hacer es estar alerta para “apagar y encender rápidamente” la próxima vez que hubiese un problema. Tristemente, la supremacía de Microsoft en el entorno profesional también se ha consolidado, como en el caso de la informática doméstica, gracias a las grandes dotes estratégicas de los directivos de esa empresa, siempre acechando al error del rival, aprovechando su posición de ventaja en un sector para imponerse en otro adyacente, aprovechando sus ingentes reservas de dinero para bajar precios de un producto determinado o ya de plano darlo gratis y aguantar la sangría económica hasta asfixiar financieramente a su oponente en el sector.
Estamos en el siglo XXI, en el año 2007, y el modo de solucionar los problemas de los productos Microsoft ha cambiado poco. Eso sí, mi profesión se ha convertido en un gran chiste, puesto que en demasiadas ocasiones sí es cierto que el informático todo lo arregla “apagando y encendiendo el ordenador”.

Eva Sánchez Guerrero

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