domingo, 16 de marzo de 2008

VIDEOVIGILANCIA EN EL DISTRITO FEDERAL: UN ARMA DE DOBLE FILO


A finales de febrero el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, presentó un ambicioso proyecto de creación de un sistema de videovigilancia para la capital. Se trata de un total de 8.000 cámaras y un centro de control para procesar las imágenes grabadas por dichas cámaras. El sistema será muy sofisticado, ya que permitirá la detección automática de ciertas acciones como la detonación de armas de fuego, el abandono de objetos o la concentración de un grupo de personas, así como la lectura automática de las matrículas de los autos que pasen ante una cámara, e incluso habrá unas 30 cámaras capaces de realizar reconocimiento facial cruzando los datos biométricos de los peatones con los de peligrosos delincuentes registrados en las bases de datos de la SSP del DF y federal, Semefo, reclusorios y de la Procuraduría General de Justicia del DF. Para el 2011, Ebrard espera que las cámaras que ya existen en instituciones públicas y entidades bancarias se sumen al sistema de control y de esta manera se logre llegar a los 10.000 puntos de monitoreo y vigilancia.
Es difícil estar totalmente a favor o en contra de la videovigilancia. Por un lado nadie puede objetar que una condición para poder disfrutar de su ciudad es no tener miedo a ser atracado, y aunque una cámara no puede evitar un delito, sí puede permitir identificar al criminal. Pero por el otro, la posibilidad de controlar la vida de ciudadanos libres y totalmente inocentes no debe ser tomada a la ligera. Eso otorga a los gobiernos tal capacidad de control sobre la población que de facto limita su libertad. Sirva este ejemplo para ilustrar este punto. Como sabrán, en los aeropuertos europeos se ha incrementado considerablemente la dureza de los controles de seguridad a la que se someten los pasajeros. Esto ha supuesto la continua monitorización de las actividades de la zona de control mediante cámaras, y en alguna ocasión hemos comentado la alienación que provoca al viajero el tener que mostrar su pasta de dientes, desodorante, quitarse el reloj, los zapatos y, a veces, hasta verse toqueteado por el policía de turno. Pues bien, recientemente en España los guardias civiles (policías) que trabajan ahí ¡han denunciado que se sienten incómodos al estar permanentemente observados y que sus superiores incluso hacen uso de las imágenes grabadas con las cámaras para evaluar su rendimiento laboral! Si hasta el vigilante se siente mal siendo observado, ¿cómo no se sentirá el ciudadano normal?
Esto se puede considerar una simpática anécdota en tiempos de libertad. Pero ahora hagamos un poco de historia. Seguro que recuerdan las terribles atrocidades que el régimen nazi cometió, incluyendo el holocausto judío, el exterminio de personas con capacidades diferentes, o la terrible represión contra sus oponentes políticos. Lo que quizás no recuerden es que en 1933, el partido nacionalsocialista alemán accedió al poder mediante unas elecciones democráticas. Pues bien, imaginen ahora por un instante que hoy en día un país que cuenta con un sistema de videovigilancia integral como el que propone Ebrard, “diseñado para su seguridad”, mediante el cual incluso se pueden controlar las idas y venidas de sus ciudadanos al ser posible el reconocimiento facial, cae en manos de fascistas. ¿Se sentiría el ciudadano “tan seguro” cuando, en caso de que el régimen decida perseguirlo, no haya sitio donde esconderse?
Los derechos y las libertades se han conseguido a base de siglos de lucha. En la época actual el uso de ciertas tecnologías tiene la capacidad de recortar notablemente dichas libertades. La tecnología por sí no es mala (como tampoco lo es el intentar hacer que tu ciudad sea más segura), lo que falta es otorgarle al ciudadano ciertas garantías, en forma de legislación y de buenas prácticas, de que no se va a hacer un uso abusivo de ellas.

Por Daniela Torres

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