domingo, 20 de abril de 2008

LEYENDA "EL MITO DEL AHUEJOTE"

Cuenta la leyenda que en un principio…
Chalchiutlícue, quien era compañero de Tláloc y hermano de Quetzalcóatl se sublimó a la diosa sol para dar calor y vida a los hombres de la Tierra, llamados macehuales.
Fue un sol tranquilo, un sol viejo de cabellos blancos. Fue entonces cuando se formó el apacible y hermoso lago de aguas dulces y aguas saladas que alimentaban a los tulares, a los chacaltules, a los espadañas de esta tlalli que al transcurrir el tiempo sería el basto territorio de México Tenochtitlan, y en cuya ribera sureste habrianse de establecer primero los xochimilcas llegados de Aquilazco.
En este sol no se conocía el maíz ni los otros vegetales que habrían de alimentar a los hombres.
Otros dicen que fue un sol que daba poca luz y que su tranquilidad inquietaba a los demás dioses, allá en el Omayocon.
Y surgieron las inconformidades, nacieron las rivalidades, las envidias, pues todos los dioses deseaban ser soles y predominar entre los pueblos de aquí en el Tlatícpac, sobre la tierra.
Los años pasaron y la lucha de los dioses que pensaban como los hombres perturbó la vida en la tierra.
Las montañas se movieron; las aguas se agitaron, y la diosa Chalchiutlícue dejo de ser sol.
Tezcatlipoca, el espejo humeante, desató las lluvias, dejó que las aguas fueran torrentes que arrasaban con todo; las tempestades crispaban el cielo Ilhuícatl; los lagos y los ríos crecieron y todo se inundó.
La tierra quedo bajo las aguas; todo fue arrasado por los torrentes; todo fue destruido por la furia de las aguas y la ira de Chalchiutlícue.
Aquello sucedió en un día llamado Nahuiatl (cuatro agua). En el año de calli (uno casa), y el cielo Ilhuícatl se cayó y los mecehuales perecieron;
aquellos hombres fueron llevados por las corrientes y muchos se convirtieron en peces, y así acabo el sol de Chalchiutlícue, la diosa de la falda de Jade, dejando a la tierra en silencio.
Fue en el año Omo Acatl (dos caña), cuando Chalchiutlícue dejó de ser sol y el cielo Ilhuícatl se estancó. Esto pasó en el año Ce Tochtli (no conejo), cuando aquel sol se detuvo.
Entonces los dioses vieron que el cielo había caído sobre la tierra y que ya no había sol. Ellos acordaron levantar el cielo y ordenaron llevarlo a su sitio, levantarlo y elevarlo para colocarlo en el lugar en que debería de estar.
Los dioses del Omeyocan decidieron construir cuatro caminos en la tierra para entrar por ellos y alzar el cielo.
Para que les ayudaran crearon cuatro hombres: Cotémuc, Itzcoatl, Izmalli y Tenesuche, entonces Quetzalcóatl y Tezcatlipoca descendieron de su plano estelar hacia los árboles.
Quetzalcóatl se convirtió en el árbol llamado: QUETZALHUÉXOTL, (el sauce de plumas de esmeralda); el huexotl precioso como ave de plumaje verde que desciende y se hunde en la tierra negra, aferrándose con sus garras de raigambres profundas.
El huexotl xochimilca. Árbol característico que crece a la orilla de las chinampas de Xochimilco y en aquel remoto pasado lo hizo en toda la tierra chinampaneca.
Tezcatlipoca se convirtió en el árbol llamado Tezcáhuitl, (el árbol del espejo), el árbol que se refleja en el espejo de agua transparente a la tierra negra de los axolotl y lagunas; el huexotl que en la ilusión óptica parece hundirse en lo profundo y sostener aquel cielo reflejado, pero aforrándose al horizonte de la superficie, es el árbol que estando en el inframundo concreta la esfera celeste, la redondez de la tierra y ambos, el Quetzalhuéxotl y el Tezcáhuitl, con las mismas raíces, se alimentaban de la misma tierra y con la realidad concreta de un mito.
Con los cuatro hombres creados y los dioses convertidos en árboles alzaron el cielo, el Ilhuícatl, y a las estrellas, las citlallis y los colocaron en sus sitio, el Citlaltónac, en el concierto de aquel hermoso universo. ¡Pero aún no había sol! Y la tierra estaba hundida en el silencio y en una oscuridad profunda.
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, por haber levantado el cielo, fueron convertidos en los Tecuhtlis del cielo y de las estrellas, y haya construyeron en lo alto un camino que recorrían ambos, en el Citlaltónac.
Ese camino del cielo es un camino blanco, y allí esta en el Omeyocan; la morada del señor Ometecuhtli, del Tonacatecuhtli (El señor de los Dioses); ese camino es la Vía Láctea que se reflejo en las aguas obscuras del acalote de Cuemanco, en Xochimilco. Entonces, Tezcatlipoca se hizo sol y dio vida a los gigantes.
Hasta aquí el mito de la creación, el mito del origen del árbol característico de Xochimilco y de los pueblos chinampanecas: el huexotl como la encarnación de Quetzalcóatl, quien baja a la tierra como ave preciosa y cuyo plumaje verde de su cola, se eleva un hermoso ramaje vertical para sostener al cielo real y concreto. Quetzalcóatl convertido en árbol es un Quetzal de ramas oscuras y ojos verde esmeralda con nervaduras rojas.
El Tezcáhutli o Tezxatlipoca parece ir al encuentro del cielo del inframundo y sostenerlo, es el reflejo del Quetzalhuéxotl en el espejo de las aguas del axolotl y lagunas de la chinamperia. Cada uno sostiene a su cielo y la eternidad de su mito. Dos dioses unidos en la creación de los soles, a la vista de los que vengan por los axólotls canales de la chinamperia de Xochimilco. Dos grandes dioses convertidos en árboles.

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