sábado, 30 de agosto de 2008

Asistir como invitado a una boda en Inglaterra, más caro de lo que se imagina.

En el número anterior del Azotador empecé a relatarles algunos aspectos sobre los jóvenes en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. En ese artículo, también hacía la aclaración de que suele ser común cometer el error de llamar a este país simplemente Inglaterra o Gran Bretaña, y que ninguno de estos dos nombres era totalmente correcto. El primero no lo es, porque el Reino Unido (que es una abreviación más acertada) está formada por 4 países: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, y el segundo, porque al usar el término Gran Bretaña nos estaríamos refiriendo sólo a la mayor de las islas (en donde se localizan Escocia, Gales e Inglaterra), pero no a todo el reino.

También mencionaba en el artículo anterior que actualmente me encuentro residiendo en el Norte de Inglaterra, específicamente en una pequeña ciudad a una hora tanto de Manchester como de Liverpool, y mencionaba los gravísimos problemas por los que atraviesa la juventud de este país y en general la de todo el Reino Unido: alcoholismo, drogadicción, embarazos precoces (tienen los índices más altos de Europa occidental), deserción escolar y violencia juvenil, entre otros.
En esta ocasión quisiera comentarles de otro asunto que primero me desconcertó para después provocarme un pensamiento del tipo “y las diferencias culturales a veces se encuentran donde menos te lo esperas o podrías imaginar”.
Resulta que hace casi dos meses, cuando apenas hacía una semana que habíamos llegado a Inglaterra, recibimos una invitación para acudir a la boda de un compañero de trabajo de Eva, con el cual, además de una relación profesional cordial y algunos saludos atentos en los pasillos, no había mayor proximidad. Esto nos sorprendió mucho porque, si bien puede ser más o menos común que en México un compañero de trabajo te invite a su boda, en Barcelona las posibilidades de recibir una invitación semejante de alguien a quien apenas conoces es más bien cercana a cero. Baste decir que en los casi 8 años residiendo en España, sólo he sido invitada a 3 bodas, y todas ellas de familiares de Eva. De hecho, un comentario que suelo hacer al respecto es que en un solo mes de vacaciones en México puedo ir a más enlaces matrimoniales que en una década en Barcelona.

Al respecto, hablando con algunos amigos solemos hacer la precisión de que diferencias de este tipo existen no sólo entre diferentes países, sin entre las mismas regiones o ciudades de un país, e incluso dentro de las mismas ciudades, pues no es lo mismo la celebración de una boda en una delegación como Xochimilco, donde puede llegar a cerrarse al tráfico una calle y están todos los vecinos invitados, a una celebración en la colonia Condesa, que más probablemente se realice en un salón de banquetes, con acceso restringido y que puede ser más parecida a la de algunos barrios españoles.

Lo que nunca me hubiera imaginado encontrar es que, más allá de diferencias en detalles del tipo de si se avienta o no un ramo de flores, o si se hace pasar a la novia recogiendo dinero en su zapatilla de bodas, en una boda inglesa los invitados tienen que pagarse sus bebidas en el convivio. Así como lo lee, estimado lector. Si alguna vez usted es invitado a participar en un enlace matrimonial en Inglaterra, debe estar prevenido y llevar suficiente dinero para pagar las bebidas que consuma usted o el resto de su familia.

Si usted cree que en esta ocasión en El Azotador estamos reparando en nimiedades, permítame aclararle que en mi opinión este “sencillo gesto” de hacer que los invitados asuman el cargo de lo que beben, refleja algunos aspectos muy marcados en la sociedad inglesa: por un lado saben de los excesos que tan comúnmente y sin distingo de sexo, edad o posición social cometen con el alcohol (y no son ellos quienes quieren asumir el gasto por un consumo que ni siquiera va a ser valorado, porque los que terminan perdidos de borrachos ya no saben ni lo que se bebieron) y por otro lado denota el aislamiento y la falta de generosidad y solidaridad que existe ya no digamos entre “amigos”, sino incluso entre familiares.

Al respecto de esto, sirva como ejemplo mencionar que en este país, donde hay salas y locales de apuestas para casi todo, y donde los concursos en la televisión llenan la programación a lo largo de todo el dia (hay concursos de todas las temáticas y para todas las edades) incluso hay un programa que se transmite cada dia llamado “Heir Hunter” = el buscador o cazador de herederos, que sigue a un bufete de detectives privados y de abogados cuya negocio se sustenta en localizar a los familiares de personas que han fallecido dejando sumas importantes de dinero, sin dejar testamento ni herederos, dado que la mayoría había perdido contacto con los parientes desde hacía décadas. Pues quizá, como me comentan los amigos ingleses que empiezo a cosechar, es que esta sociedad, tan independiente, avanzada y hasta cierto punto individualista y egoista, se está fracturando. Y en el proceso se está perjudicando sobre todo a los sectores que aquí son más vulnerables: adolescentes y ancianos.

Esta vez he querido hablar de este tema, porque desde este espacio de “ventana al mundo” pretendemos seguir atisbando un poco en la cultura, la historia, la geografía y sobre todo las sociedades de diferentes partes del planeta. Nuestra intención desde estas líneas es compartir con ustedes nuestra experiencia personal al ir conociendo otros pueblos y sus diferentes maneras de trabajar, de convivir, de organizarse e incluso de celebrar y festejar. Queremos hablar de las distintas formas de interacción que se dan entre diferentes grupos sociales desde una perspectiva sencilla y cotidiana, no como una simple crítica o usando el mismo tono amarillista de muchas publicaciones sensacionalistas que sólo quieren provocar el morbo en la gente, sino para intentar entender un poco mejor el mundo que nos rodea, ese del que a veces sólo podemos enterarnos según las imágenes y las lecturas “oficiales” que las autoridades quieren que nos lleguen (aunque ahora afortunadamente ya contamos con Google, YouTube y la Wikipedia, entre otros, para contrastar la supuesta “realidad” que quieren presentarnos, con la “realidad” que percibe la gente en la calle) y en el cual, entre más viajo y voy conociendo, descubro que compartimos más similitudes que diferencias. Porque en realidad, cuando se habla de un mundo globalizado, deberíamos entender inmediatamente que este término se extiende no sólo a la economía sino que ha provocado una especie de estandarización de las sociedades, que padecen problemas semejantes y también podrían buscar soluciones semejantes.

Es por ello que, al observar los problemas que existen en una sociedad como esta, tan rica en lo material y al mismo tiempo empobreciéndose a pasos gigantescos en lo social y lo familiar, me surge la reflexión de que ojalá, si un día México consigue ser un pais tan industrializado como éste, nunca pierda su espíritu de pueblo orgulloso de sus valores, cultura y tradiciones, y sobre todo respetuoso, amable y generoso.
Daniela Torre

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