domingo, 19 de octubre de 2008

Las obras de beneficencia pueden acabar con el estado del bienestar

Al volver al Reino Unido tras unos años de ausencia me he dado cuenta que el apoyo a las obras de beneficencia mediante actividades poco usuales, como disfrazarse para correr una maratón, locuras excéntricas y hasta simpáticas que se empezaban a extender a finales del siglo pasado, se les ha ido de las manos. Ahora en todo tipo de circunstancias te piden ayuda para “la” causa: si vas en el avión, al final del trayecto los sobrecargos pasan por la cabina para recoger lo que los pasajeros quieran cooperar para alguna obra social. En el trabajo siempre hay más de una persona que está preparando una locura como la arriba mencionada y que presiona a sus compañeros para que le ayuden a recaudar fondos. Incluso hay obras de caridad que organizan viajes en grupo a lugares tan exóticos como Vietnam, siendo gratis éste a las personas que hayan logrado recaudar una cantidad mínima de alrededor de ¡cinco mil libras esterlinas! Las causas apoyadas por dichas organizaciones benéficas son muy variadas. Desde el cuidado de los veteranos de la segunda guerra mundial hasta la provisión de perros guías para ciegos pasando por el apoyo a la lucha contra cualquiera de los cánceres imaginables. Todos ellos objetivos muy loables, mucho de ellos tremendamente importantes. La pregunta que me hago ante esta situación es: algo tan serio como la lucha contra el cáncer, ¿no amerita una línea de financiación más estable y predecible que la buena voluntad de los ciudadanos?
El inconveniente, apreciará el lector, no es que en un avión intenten que cooperes o que un colega te pida unas monedas. El problema es mucho más serio. La expansión de las organizaciones benéficas ha servido de excusa perfecta para recortes sociales por parte de la administración británica que son incomprensibles en otras partes de Europa. Servicios que claramente deberían ser proporcionados por el Estado tienen que recurrir a dichas obras benéficas para seguir funcionando. Ejemplos: El servicio de ambulancias sufre un recorte de gastos tal que si no fuera por la fundación benéfica que la apoya, no podría dar servicio en todo el país las veinticuatro horas del día, los 365 días del año. Y lo mismo ocurre con ¡el servicio civil de guardacostas! que, si no fuera por el desinteresado apoyo ciudadano, no protegería las embarcaciones civiles que naveguen cerca de las costas británicas. Esto es más que un problema de presupuesto, es un asunto de seguridad nacional, puesta en manos de la buena voluntad de las personas.
En el Reino Unido, las obras de beneficencia satisfacen tres objetivos claros. En primer lugar, sirven de herramienta para limpiar la conciencia de los acaudalados habitantes de los barrios residenciales, que en su vida evitarían el contacto con una persona pobre como si éste tuviese la peste. En segundo lugar, las obras benéficas son un buen negocio para emprendedores, ya que disfrutan de más beneficios fiscales a través de dicha figura jurídica que si creasen una empresa normal. Ejemplos de esta situación son obras benéficas como la “fundación británica del corazón” que organiza los viajes a Vietnam mencionados antes: en estos tiempos de crisis, seguro que dicha fundación tiene una esperanza de vida mayor que muchas agencia de viajes. El mecanismo para obtener beneficios es sencillo: se pone en marcha la beneficencia y el creador se considera como empleado y se fija un sueldo muy elevado. Los beneficios, es decir, la diferencia entre el dinero recaudado por voluntarios y el coste de mantener abierta la obra de beneficencia se dona a la causa esgrimida para crear la organización: puede ser el apoyo a los afectados por la última inundación, la lucha contra el cáncer de próstata o la conservación de las ardillas de los parques ingleses (hay que elegir la causa que más simpatía despierte y más recaudación garantice, por supuesto). En tercer y último lugar, las personas que donan dinero a una obra de beneficencia desgravan impuestos en el Reino Unido. No se puede decir esta actividad sea blanqueo de dinero, pero sí resulta ser evasión fiscal.
Para que el lector tenga una idea de la magnitud y alcance de las obras benéficas en el Reino Unido, en la actualidad existen 11.935 de ellas registradas con el Gobierno. Es decir, hay casi doce mil organizaciones recaudando dinero para doce mil causas diferentes.
Como ya hemos dicho antes, este dramático incremento en el número de causas benéficas coincide en el tiempo con una ola de recortes sociales por parte de la administración. Es bien sabido que uno de los objetivos del modelo neoliberal es acabar con el llamado “estado del bienestar” europeo, el sistema mediante el cual el gobierno recoge impuestos de los ciudadanos y éstos a cambio reciben atención médica, una pensión tras su jubilación, un seguro de desempleo, se asegura que las infraestructuras del país están en buen estado, y se garantiza que la población más desfavorecida recibirá un cierto nivel de protección por parte del Estado. Bien, dichos recortes significan que los conductores de ambulancias, aparte de realizar su importante trabajo, tengan que dedicarse a pedir dinero por la calle para completar el presupuesto anual que les permita ofrecer su servicio en cualquier momento del día o la noche.
Los ingleses tienen un refrán que siempre me ha resultado muy egoísta: “la caridad comienza en casa”. Resulta irónico que la “caridad casera” se haya convertido en un cáncer que está acabando con la protección que el Estado supuestamente ha de prestar a sus ciudadanos. Solo hace falta una época de crisis para que las donaciones disminuyan y se acabó la investigación contra el cáncer o el servicio de guardacostas.
Atención en México a eventos mediáticos como el Teletón, o a propuestas de algunos bancos para donar unos céntimos a “los damnificados de Chiapas” cada vez que se utiliza el cajero automático. Una causa justa siempre se tiene que apoyar, pero no podemos aceptar que la autoridad competente que se tiene que hacer cargo del asunto rehúya sus responsabilidades argumentando que “ya existen organizaciones encargándose del tema”. Exigir este cumplimiento es nuestro deber como ciudadanos.

Eva Sánchez Guerrero

No hay comentarios.:

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Suscribir con Bloglines http://www.wikio.es Creative Commons License
Periódico El Azotador by Jorge Justo González Hernández is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License. Free counter and web stats