martes, 15 de enero de 2008

El absolutismo en su máxima expresión

La lumpenización de Tláhuac marcha viento en popa según la visión de quienes integran la Kamarilla del gobierno del Distrito Federal, cosa de ver que ahora para que a cualquier ciudadano común que desea obtener algún permiso de la delegación con el fin de ganarse la vida honradamente, éste se encuentra con que el consentimiento de la autoridad está condicionado al hecho de que primero debe afiliarse al Partido de la Revolución Democrática si quiere conseguir su objetivo.
Al menos esa fue la condición que impuso la intolerancia encarnada que desgobierna Tláhuac para conceder su anuencia al líder que regentea los vendedores ambulantes del tianguis de fin de año que es instalado en la Avenida Tláhuac, en Santa Cecilia, y que como nunca el pasado diciembre ocupó más de una hectárea. Una vez más las protestas de los vecinos le valieron gorro al delegado, quien advirtió a los enfurecidos padres de familia de una escuela secundaria que ahí se encuentra que él no podía dejar sin chamba a tanta gente.
Pero eso sí, la seguridad e integridad física de los adolescentes que acuden a la secundaria, de plano, le valió sorbete.
Y cómo les iba a hacer caso a los molestos vecinos si, según me dicen, los señores Ray Mancilla y Andrés Guadarrama son los principales proveedores de carne de cañón para sus mítines y los del jefe de Gobierno y el mentado Peje.
Por eso fue que todo comerciante que quiso trabajar debió primero afiliarse al PRD, esa fue la condición y, obvio, el padrón creció. Mejor para Tostao, como decíamos en la euforia mundialista de los años setenta.
Porque además de la afiliación, los comerciantes tanto del tianguis referido como el de La Nopalera debieron primero hacer acto de presencia en el dizque informe que dio el delegado días antes de que comenzaran a instalar sus puestos. Después pagaron a la delegación 400 morlacos por concepto de uso de vía pública y, a la par, con cantidades que oscilaron entre los mil 500 y dos mil volovanes para la hinchazón de sus líderes, incluida la misa a la Virgencita y los cumpleaños de rigor de alguno de los jefazos.
Igual sucede con todo aquel ciudadano que desea conseguir el permiso correspondiente para trabajar en una bici taxi, porque aquel que demuestre que ya es militante del PRD hasta autorización tiene para agenciarse una motocicleta y llevarse la chamba más ligera. ¡Qué importa que contamine el ambiente!
Aunque no todos son agachones. En las colonias Quiahuatla, San José y La Habana no faltaron los que mandaron a volar a la autoridad con todo y sus afiliaciones. Lo malo fue que el diazordacito de Madero y Mina les impuso sendas multas que sobrepasaron con mucho el costo de las unidades, por lo que mejor prefirieron cambiar de oficio.
Ni qué decir del vecino que en Tláhuac va a tener jolgorio y necesita espacio para cerrar la calle y celebrar ahí la francachela, con que muestre su credencial de perredista puede hacer lo que le dé su reverenda gana.
Ahora que lo que sucede en las unidades habitacionales de Tláhuac no es más que la escuela pejista del madruguete. Me cuentan que Jesús Pirín, jefe de atención a las unidades habitacionales de la oficina de Participación Ciudadana, justo donde despacha el concuñazo Rubén Escamilla, condiciona apoyos a cambio de que los responsables de la administración de los condóminos le regresen primero cierto número de afiliaciones al partido del sol azteca.
Sobre todo ahora que el concuñazo libró la inhabilitación que pesaba sobre sus huesos y de puro gusto hasta un informe dio para promoverse al cargo de precandidato a jefe delegacional el próximo año।
Sergio Rojas

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