miércoles, 14 de noviembre de 2007

INDIA, 3ª PARTE: LA VIDA EN LAS CARRETERAS DE INDIA: QUIZÁ LA MAYOR DIVERSIDAD DEL MUNDO


En los dos números anteriores les comentamos sobre nuestra llegada a Delhi y algunos de los aspectos que en nuestra opinión resultan relevantes e interesantes para el viajero que llega a esta ciudad. Sin embargo, el verdadero viaje por el territorio indio empieza en las pequeñas oficinas de información turística que se distribuyen por las zonas más céntricas de la capital: consultando mapas, recogiendo trípticos y catálogos y observando los pósters promocionales que incitan a visitar los sitios retratados. Tratándose del viaje de dos mujeres solas (como fue nuestro caso), lo más recomendable para terminar de concretar el itinerario, es, tras comparar varios presupuestos, contratar un paquete hecho a la medida en alguna agencia de viajes local que esté acreditada como oficial. Remarcamos esto porque se han dado casos de estafas en los cuales la agencia, una vez ha cobrado el dinero del paquete negociado, no cumple con lo especificado. También conviene armarse de paciencia y sobre todo no precipitarse. Los hindúes son excelentes negociadores pero muy insistentes. Constantemente hay que decirse a uno mismo que no se tiene prisa y no aceptar ningún tipo de presión para cerrar el acuerdo antes de estar muy seguro y convencido del itinerario escogido y del precio final.
India no es un país sencillo para el extranjero. Si eres un jovencito con ganas de emociones fuertes, y espíritu aventurero (y un poco inconsciente), puedes organizar tu viaje de manera independiente y sin demasiada planificación, utilizando para tus desplazamientos los medios de transporte locales que usa el resto de la población: autobuses decrépitos y abarrotados (ver a casi tanta gente en el toldo del camión como en su interior está al orden del día), trenes con unas condiciones de mantenimiento deplorables, jeeps desvencijados haciendo recorridos de media distancia y también con gente colgando hasta de las defensas; alojándote en establecimientos baratísimos (sin agua caliente, sin luz eléctrica buena parte del día, e incluso en ocasiones, insalubres), y comiendo por unas pocas rupias en puestos callejeros. Para todo esto el presupuesto que señalan en las guías de viaje es de unos 10 dólares al día. Pero viajando de esta manera el calor, el cansancio y la falta de higiene garantizan el caer enfermo al menos una vez durante el viaje. La alternativa pasa por contratar un paquete desde el país de origen, lo cual garantiza unas ruidosas vacaciones en compañía de 20 compatriotas que nunca se ponen de acuerdo, o hacerlo en las agencias de viajes locales ya mencionadas. En ellas el costo varía según el número de estrellas asignadas a los hoteles que se elijan para las pernoctaciones, pero también de la habilidad negociadora del visitante. En este caso, el presupuesto se eleva hasta los 80 dólares diarios, pero ésta es la categoría media-alta que permite un viaje confortable, seguro y disfrutable: las vacaciones se convierten en inolvidables “por las razones correctas”. Con este ejemplo queremos ilustrar que si bien se dice que Latinoamérica es una de las regiones donde existe más desigualdad en el mundo, y la brecha entre ricos y pobres es muy profunda, India es quizás el caso más extremo de Asia: más de tres cuartas partes de su población sobreviven en condiciones infrahumanas, con menos de un dólar al día, y por otra parte existe una pequeña elite supermillonaria que vive en la actualidad como los príncipes descritos en los cuentos de las mil y una noches.
El paquete que nosotras seleccionamos incluía chofer con vehículo con aire acondicionado, hoteles de estándar medio-alto y alguna noche en hotel 5 estrellas, así como dos desplazamientos en tren en segunda clase con aire acondicionado. Aunque el asunto del aire acondicionado parezca un asunto trivial, en agosto y septiembre se alcanzan fácilmente temperaturas de 35 a 38 grados, que combinadas con la altísima humedad harían del coche, la habitación del hotel o el vagón del tren un pequeño infierno de no contar con esta prestación.
Nuestro primer destino, Bikaner en el estado del Rajastán, tierra de maharajás, estaba a 400 km. de la capital. Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando el conductor nos avisó que íbamos a llegar muy tarde allá. En México una distancia como ésta se recorrería en poco más de cuatro horas de autobús. En India, hacer este recorrido nos llevó cerca de 12 horas. El motivo, aparte de una pequeña distracción del conductor que nos desvió del camino correcto y nos hizo emplear una hora más del tiempo “normal”, son las pésimas condiciones de las carreteras. El mantenimiento que se les da es prácticamente inexistente. Además, la invasión de los carriles por personas en peregrinación, animales errantes y medios de transporte “rústicos” es increíble si no se ve con los propios ojos, y esto por supuesto condiciona la velocidad máxima que puede alcanzar un vehículo si no se quiere sufrir un accidente. Algo que nos llamó la atención desde el inicio de nuestro recorrido en coche es que a la entrada de las “autopistas”, en los carteles donde tradicionalmente se indican mediante unos dibujos las tarifas para cada tipo de vehículo (motocicleta, coche, camión, autobús), se añadía la sección de los exentos de pago: vacas, carretas tiradas por bueyes o dromedarios, bicicletas y peatones. ¡Pero todos ellos estaban autorizados a circular sobre esta vía! Y efectivamente, una de las partes más divertidas, interesantes y emocionantes del viaje fue circular rebasando a veces vacas, a veces carretas tiradas por dromedarios, saludando peregrinos e incluso esquivando cobras (estas no las habíamos visto en el cartel) o pastores con sus rebaños en el camino. Sin olvidar la ocasión que nosotras mismas circulamos montadas en elefante por una vía rápida causando el asombro de los turistas locales que divertidos hacían fotos de las extranjeras usando un “transporte tradicional”.
Y como una imagen dice más que mil palabras, aquí les dejamos una “muestra” de la vida en los caminos, carreteras y autopistas de India.

Daniela Torres

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